5.6.12

De como cruzar la línea y otros intereses.

El infierno según Lestat (Memnoch, el diablo; Anne Rice) no es más que el lugar donde las almas descansan y aprenden a perdonar a Dios cuando en vida no tuvieron armonía o murieron de una forma no grata, pero lejos de esa reflexión nos encontramos cuando alguien abandona el mundo material no así cuando somos nosotros quienes nos vamos.

Sin atreverme a hablar sobre la experiencia eterea de salir del cuerpo (sería entonces hablar puras suposiciones probablemente erroneas) puedo al menos escribir acorde a mis visiones de otras que han sufrido la penosa e inevitable pérdida de un ser amado (grupo en el que afortunadamente no me encuentro) y quisiera empezar justo ahora porque mi mente me obligó, la inspiración es caprichosa y nunca toca cuando llega, ama entrar sin avisar.

Me considero una persona supersticiosa en medida moderada y muchas veces pienso que el clima, la falta de ciertos servicios o la suma tranquilidad son aviso anticipado de algún suceso lamentable como lo es la muerte y he acertado al respecto todas las pocas veces que se me ha anunciado un hecho de este calibre, la muerte se siente en el aire cuando decide que es tiempo y el ambiente se vuelve pesado, tenso o hasta malhumorado y es entonces cuando la gente algo más observadora sólo tiene como remedio esperar lo peor.

Hay desesos que llegan de la nada, hay otros que se esperan aunque la mente nunca puede ser preparada para tales llamadas y el pensamiento del "ahora y nunca" aterroriza hasta al más valiente y desfallese incluso al más antipático. Es lógico temer a lo desconocido, a lo que abrá más allá o a que nos quedemos en nada, que cada logro obtenido se convierte en inútil al momento de partir pero el ser humano no es más que un animal y fría y vanamente el problema se centra (siento realistas) en uno de los sentimientos más lamentables: El egoismo.

Los que nos quedamos nos negamos a ser abandonados, odiamos la idea de que quien nos ha acompañado (no importa cuanto) está listo para experimentar el cambio y conocer por fin lo que tanto ha se ha especulado, tememos a la soledad y a caminar solos por el mundo o con uno menos en nuestras filas ¿Por qué lloramos? Sufrimos por la pérdidam indirectamente por los celos de que ese alguien tan especial esté con otros a su mismo nivel; pero ¡Hey! Despierta que tarde o temprano y cuando cumplas tus tareas correrás la misma suerte o al menos parecida, quizás en tu encuentro con Memnoch descubras que no hay tanto que envidiar.

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